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Museo Nacional de Artes Visuales

Estudio, c.1905



Nº de Inventario: 1306
Título: Estudio
Artista: Carlos María Herrera (1875-1914)
Técnica: Pastel sobre papel
Medidas: 44 x 47 cm
Realizado: c.1905
Ubicación: Museo Nacional de Artes Visuales
Exhibición: Sala 2

Estudio, c.1905

La nueva sensibilidad que se irradiaba en el 900 especialmente desde Francia e Inglaterra al resto de Europa, y de manera algo más tardía al Rio de la Plata, se extendía a la moda y la decoración, marcando el tono de una nueva época. En nuestro medio, esa Belle epoquese refleja en una "generación dorada", afrancesada en su mayoría, en la que a las veleidades decorativas del nuevo gusto burgués se le confrontaba una corriente intelectual de mayor rebeldía social, en ambos casos con componentes también románticos. Este giro epocal tiene ecos indiscutibles en la producción literaria local así como en la producción plástica. Los más destacados pintores modernistas en Uruguay, que viajaron y trajeron de Europa novedades representativas del cambio, fueron, entre otros, Carlos Federico Sáez, Milo Beretta, Pedro Blanes Viale, Carlos María Herrera y un eslabón previo que es el caso de Miguel Pallejá. Desde su regreso en 1905, Carlos María Herrera despliega una fecunda carrera de trabajo desde su taller en Capurro, inserto en un ambiente modernista como su propia obra. Es un artista que recogió reconocimiento en vida adquiriendo fama de retratista mundano. De especial interés son sus retratos, entre los cuales cobran especial interés las mujeres y los niños. En Estudio, Herrera despliega dos de sus principales calidades plásticas: su virtuosismo en el manejo de la luz (que sin duda refiere a su reciente aprendizaje con Sorolla en España) y la técnica del pastel. Es el retrato de su hija pequeña, quien ha sido retratada en la misma actitud pero dormida. La presencia del libro abierto es un indicador de su pertenencia social privilegiada con intereses culturales. Saca provecho del polvillo del pastel que envuelve a la figura de manera vaporosa, pero también como color desplegado de manera plena en los trazos.
La composición muestra una individualidad concentrada y absorta en sí. Con suma delicadeza destaca la cabeza peinada y adornada con pequeñas flores donde la luz ambiente y el pastel dan sensaciones de nácar. Se trata de una niña prolija (tiene delantal) y coqueta que rememora su producción de retratos de mujeres maduras, con flores y tules, absortas también.

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