De manera continua en su carrera, Blanes atendió al retrato. La demanda creciente hizo que este género fuese uno de sus soportes económicos permanentes.
Este cuadro reviste características inusuales en la retratística del artista; Carlota Ferreira, persona vinculada estrechamente con su hijo y con él mismo, aparece casi de cuerpo entero, en la peculiar situación de estar delimitada por los efectos de luz cuya intensidad se concentra en su cintura, acentuando sensualmente la tersura de sus brazos.
Blanes en este retrato traslada la habitual centralización académica que tomaba el rostro como el centro de la obra.
Aquí el artista muestra a cabalidad su virtuosismo en el registro pormenorizado de los detalles de la vestimenta y sus accesorios, botones, joyas y texturas del entelado de la pared. El artista otorga un particular empaque a la figura de la dama, que exhibe una gran seguridad en su postura y en la mirada dirigida directamente al espectador.
El retrato de Carlota Ferreira es una obra icónica en la plástica nacional. La fascinación que ejerció y ejerce aún ha motivado a muchos artistas a reinterpretarla en distintos momentos de la pintura uruguaya. Son ejemplos de ello, las obras de los pintores Vicente Martín y Álvaro Amengual entre otros.